La semana pasada me
contactaron de una importante revista femenina para hacerme una entrevista que
saldrá publicada muy pronto. La primera pregunta venía a decir lo siguiente: ¿Alguna
vez un@ paciente ha ido a tu consulta con una imagen alterada mediante filtros
de redes sociales diciendo quiero ser así? Me resultó una cuestión muy interesante
y de plena actualidad. Por eso quiero hablar de ella en mi post semanal.
La respuesta es sí
y, cada vez, más. Es frecuente que los pacientes (mujeres y hombres) acudan a
Medicina Estética ERES con una foto de un@ modelo o famos@ o con una imagen suya
alterada mediante filtros digitales. Para ell@s es una
forma mostrar al médico estético el efecto concreto que quieren lograr pero, en
ninguno de los dos casos, es una medida real. No hay dos rostros iguales, lo
que sirve en uno puede no encajar en otro. Por eso nunca nos pareceremos a
nuestro ideal. Eso nos lo tenemos que sacar de la cabeza. Y, aunque la medicina
estética es capaz conseguir resultados increíbles como si fuera digamos un
‘Photoshop’, no lo puede lograr todo. Tenemos que ser realistas y, para eso, lo
mejor es exponer nuestra necesidad a un profesional debidamente cualificado
(esto siempre es un elemento esencial) para que la valore y nos de
alternativas.
Hay que tener sentido
común, las redes sociales, las aplicaciones de retoque, internet, las revistas
y la publicidad nos dan una visión idealizada y por tanto, no realista de la
apariencia física. Este canon tan alto nos puede, en ciertas personas
inseguras, generar baja autoestima, incluso problemas de dismorfia (especialmente
con los filtros de Snapchat, asunto sobre el que ya se han escrito muchos
artículos). Realmente los filtros no tienen nada de malo en sí mismos pues el
problema no es la tecnología, sino el uso o más bien abuso que hacemos de ella.
Ni todas las imágenes que vemos son reales, ni un ‘like’ nos dará la felicidad.
Aunque es un
mensaje muy manido, es importante recordar que debemos perseguir nuestra propia
belleza, no la que nos dictan. Tenemos que aspirar ser la mejor versión de
nosotros mismos ya sea intelectual, personal, anímica o físicamente. Si
queremos vernos mejor exteriormente, algo totalmente legítimo, podemos hacernos
‘algún arreglillo’ pero siempre sin intentar convertirnos en otra persona,
pretender objetivos imposibles o que eso nos reportará la felicidad plena.
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